Guillermo Solana
María comienza a trabajar con el propósito más sencillo del mundo: queriendo captar un momento de la luz, la huida a una nube, la brisa que mueve las hojas. Pero el esfuerzo de concentrarse en esas sensaciones fugitivas absorbe y emborracha al pintor de tal manera que termina desgarrando eso que llamamos realidad, la realidad prosaica de todos los días, y entre sus jirones, nos revela otra realidad superior, poética y deslumbrante.