Estar en medio de la naturaleza, esperando un amanecer para pintarlo, ¡es mucho más que pintar!
De repente te invade otra mirada, y todo se empieza a percibir con otro tiempo. Todos los sentidos se disparan a la vez y traen una infinidad de maravillosas sensaciones, cargadas de una feliz paz con uno mismo.
Es como si la naturaleza me aceptara para formar parte de ella, mientras una fuerza divina dirige mi mano para que pinte, aunque solo sea una milésima parte del extraordinario espectáculo que estoy viviendo.